El ex presidente de la Xunta Xerardo Fernández Albor recibe mañana un homenaje, en el que se darán cita numerosas personalidades de la vida política, social y cultural de Galicia. Fernández Albor asegura que este reconocimiento le "abruma" y quiere dejar constancia del agradecimiento que siente por cuantos van a hacer posible esta cita.
- ¿Cómo valoraría aquellos años en los que usted se convirtió en el primer presidente autonómico de Galicia?
- Yo resumiría aquel periodo diciendo que lo único que hice fue cumplir con mi deber. Yo, que por mi profesión estaba acostumbrado a animar a la gente, estaba al margen de la actividad política a pesar de las propuestas que me hacían. Recuerdo que cuando tomé la decisión, mi peluquero me dijo: Pero don Gerardo, con lo bien que usted vivía, cómo se ha metido a esto. Pero yo no dormía tranquilo pensando en el compromiso con mi tierra y cuando di el paso me sentí tranquilo por poder trabajar por ella.
- ¿Cuál era el clima que se respiraba en aquellos años de transición y acceso a la autonomía?
- Para mí lo más importante de aquellos años era la ilusión colectiva de todos. Y el clima de compañerismo que existía entre los adversarios políticos, algo que ahora echo de menos. Yo creo que debe haber discrepancias políticas, pero también digo que hay que estar unidos en lo fundamental. Habrá que trabajar en las diferencias legítimas, pero hay que defender el sistema democrático y defender a Galicia, a España y a Europa.
- ¿A quién, si se puede hablar así, habría que echarle la culpa de su entrada en política?
- Sin duda a Ramón Piñeiro. Él fue quien me animó a esta tarea. Nos conocíamos desde hacía muchos años, como a García Sabell, a Fernández del Riego o Xaime Isla. Eran los hombres de la Generación Galaxia. Con él adquirí ese compromiso político y, modestamente, estoy feliz de haber podido pasar a la historia. La transformación de Galicia ha sido asombrosa: los que han nacido hace veinte años a lo mejor no son conscientes de ese cambio; pero nosotros, sí. Hay un antes y un después de la autonomía para Galicia. Es como si fuese otro país.
- ¿Cómo valoraría aquellos años en los que usted se convirtió en el primer presidente autonómico de Galicia?
- Yo resumiría aquel periodo diciendo que lo único que hice fue cumplir con mi deber. Yo, que por mi profesión estaba acostumbrado a animar a la gente, estaba al margen de la actividad política a pesar de las propuestas que me hacían. Recuerdo que cuando tomé la decisión, mi peluquero me dijo: Pero don Gerardo, con lo bien que usted vivía, cómo se ha metido a esto. Pero yo no dormía tranquilo pensando en el compromiso con mi tierra y cuando di el paso me sentí tranquilo por poder trabajar por ella.
- ¿Cuál era el clima que se respiraba en aquellos años de transición y acceso a la autonomía?
- Para mí lo más importante de aquellos años era la ilusión colectiva de todos. Y el clima de compañerismo que existía entre los adversarios políticos, algo que ahora echo de menos. Yo creo que debe haber discrepancias políticas, pero también digo que hay que estar unidos en lo fundamental. Habrá que trabajar en las diferencias legítimas, pero hay que defender el sistema democrático y defender a Galicia, a España y a Europa.
- ¿A quién, si se puede hablar así, habría que echarle la culpa de su entrada en política?
- Sin duda a Ramón Piñeiro. Él fue quien me animó a esta tarea. Nos conocíamos desde hacía muchos años, como a García Sabell, a Fernández del Riego o Xaime Isla. Eran los hombres de la Generación Galaxia. Con él adquirí ese compromiso político y, modestamente, estoy feliz de haber podido pasar a la historia. La transformación de Galicia ha sido asombrosa: los que han nacido hace veinte años a lo mejor no son conscientes de ese cambio; pero nosotros, sí. Hay un antes y un después de la autonomía para Galicia. Es como si fuese otro país.
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